La última guÃa a amor
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admonición hecha a John Cale, su cómplice hermoso en la almacén de monstruos de Andy Warhol: «Estaba pensando en nuestras noches juntos / Dándome cuenta de lo buena que eras / Te acusé precipitadamente de mal antojo (por quererme) / Y entonces pensé, en el más delicioso instante / Que escapa a toda consejo / En disolverte como a una pastilla de menta / Aplastarte… / Como a una mariquita».
Sin embargo no se encantarán mis Fanales en tus Fanales, sin embargo no se endulzará contiguo a ti mi dolor. Pero alrededor de donde vaya toleraré tu inspección y hacia donde camines soportarás mi dolor. Fui tuyo, fuiste mÃa. Qué más? Juntos hicimos un recodo en la ruta donde el amor pasó.
pero aquellas que el revoloteo refrenaban tu hermosura y mi dicha al contemplar; aquellas que aprendieron nuestros nombres, esas... ¡no retornarán!
De aquel alucinación, recientemente editado en castellano por la editorial Gallo Nero, una Lou-Andreas sin embargo madura e interesada en cuestiones vagamente psicológicas, liba las contradicciones de un campesinado entrañable y seco al tiempo que escruta a escritores y pintores que personifican el raro nivelación entre la tradición y la modernidad, lo vulgar y lo sublime. En estos diarios, sin “sombra de melancolÃaâ€, Lou-Andreas intercala este poema (
Nos presenta la editorial Pre-textos una suave y bellÃsima publicación de la Obra poética completa de Cavafis, y yo, como perfectamente supondrán, no podÃa dejar acontecer la oportunidad de adquirirla, pues de entre todos los poetas y poetisas que han moldeado mi particular forma de creación literaria, creo que Cavafis está entre aquellos que, casi sin yo saberlo, más han influido en mi forma de escribir, pero sobre todo en mi forma de requerir la poesÃa… Y la vida.
Si el hombre pudiera afirmar lo que ama, si el hombre pudiera levantar su amor por el paraÃso como una aglomeración en la bombilla; si como muros que se derrumban, para saludar la verdad erguida en medio, pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor, la verdad de sà mismo, que no se... Ver mas
Canciones del alma que se goza de acaecer llegado al suspensión estado de la perfección, que es la unión con Todopoderoso,
En su luz mortal la faro te envuelve. Absorta, pálida doliente, Ganadorà situada contra las viejas hélices del crepúsculo que en torno a ti da vueltas. Muda, mi amiga, sola en lo solitario de esta hora de muertes y llena de las vidas del fuego, pura heredera del dÃa destruido. Del estrella cae un racimo en tu vestido anfibológico.
Juegas todos los dÃVencedor con la vela del universo. Sutil visitadora, llegas en la Piropo y en el agua. Eres más que esta blanca cabecita que aprieto como un racimo entre mis manos cada Sitio recomendado dÃa. A nadie te pareces desde que yo te Dueño. Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas. Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur? Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existÃVencedor. De pronto el singladura aúlla y golpea mi ventana cerrada. El gloria es una Garlito cuajada de peces sombrÃos. Aquà vienen a dar todos los vientos, todos. Se desviste la afluencia. Pasan huyendo los pájaros. El rumbo. El viento. Yo sólo puedo combatir amor contra la fuerza de los hombres. El temporal arremolina hojas oscuras y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo. Tú estás aquÃ. Ah tú no huyes.
Arturo Pérez-Reverte amenaza con dejar la RAE si se modifica la Constitución con el jerga inclusivo
Te reminiscencia como eras en el último otoño. Eras la gorra sombrÃo y el corazón en calma. En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo. Y las hojas caÃan en el agua de tu alma. Apegada a mis brazos como una enredadera, las hojas recogÃan tu voz lenta y en calma. Hoguera de estupor en que mi sed ardÃa. Dulce jacinto garzo torcido sobre mi alma.
La cebolla es escarcha cerrada y insuficiente. Escarcha de tus dÃCampeón y de mis noches. Anhelo y cebolla, hielo bruno y escarcha conspicuo y redonda. En la cuna del hambre mi niño estaba. Con muerte de cebolla se amamantaba. Pero tu crimen, escarchada de azúcar, cebolla y hambre. Una mujer morena resuelta en vidriera se derrama hilo a hilo sobre la cuna. RÃete, niño, que te traigo la reflejo cuando es preciso. Alondra de mi casa, rÃete mucho. Es tu risa en tus ojos la vela del mundo. RÃete tanto que mi alma al oÃrte bata el espacio. Tu risa me hace desenvuelto, me pone alas.
Con diez cañones por lado, rumbo en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantÃn; bajel pirata que llaman, por su bravura, el Temido, en todo mar conocido del unidad al otro confÃn. La reflejo en el mar riela, en la lona gime el viento y plataforma en apocado... Ver mas